democraciaAbierta: Opinion

El neoliberalismo de Bolsonaro frente al coronavirus: ¿aprenderemos la lección?

Bolsonaro minimiza la pandemia de Covid-19, quizás porque la otra opción es aceptar que el capitalismo salvaje no nos va a salvar. Português

Manuella Libardi
3 April 2020
Graffiti del presidente de Brasil Jair Bolsonaro ajustando su máscara protectora durante el brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en Río de Janeiro
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Fabio Teixeira/NurPhoto/PA Images

La crisis de Covid-19 puso a todo el mundo patas arriba, sin distinción, pero las consecuencias y las heridas por venir no serán tan democráticas como lo está siendo el alcance del virus.

Todos los países afectados por la pandemia sufrirán importantes golpes económicos, poniendo a prueba sus instituciones de una manera sin precedentes.

En el Brasil actual, el nuevo virus o cimentará el caos o nos enseñará una gran lección. Pero una cosa es cierta: la crisis muestra que la promesa neoliberal que llevó a Jair Bolsonaro a la presidencia no es la solución para el futuro.

Brasil no se esperaba esto. Entre los 58 millones de brasileños que votaron por Bolsonaro en 2018, una gran parte dijo que habían cerrado los ojos ante su racismo, machismo y homofobia en nombre de Paulo Guedes. Guedes, el"Chicago boy" neoliberal, discípulo de Milton Friedman, fue la apuesta de las élites brasileñas y mundiales para sacar el país de la recesión en la que se vió sumido.

Quizás la primera lección llegó a principios de marzo, cuando el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) anunció que Brasil creció solo un 1% el año pasado, equivalente al crecimiento de 2017 y 2018. Guedes presentó sus justificaciones, dijo que el bajo crecimiento era parte del plan, y culpó a la incapacidad del Congreso para aprobar reformas económicas.

Bolsonaro, por su lado, trajo a un comediante para responder a periodistas que querían que el presidente comentara sobre el bajo crecimiento. Mientras los profesionales hacían preguntas al presidente, el comediante les ofrecía bananas.

La promesa neoliberal ya no parecía tan prometedora. Pero todavía era mejor que tener al Partido de los Trabajadores (PT) en el poder, ¿verdad? Hasta que los casos de Covid-19 comenzaron a explotar en Italia a mediados de febrero. El 26 de ese mes, Brasil registró el primer caso oficial de la enfermedad.

Al verse a sí mismo orillado, Bolsonaro lanzó una campaña en las redes sociales que promueve la idea de que "Brasil no puede parar"

Desde entonces, el mundo se ha detenido. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que ya se trataba de una pandemia y recomendó que la población evite salir de sus hogares tanto como sea posible durante el brote. Gobiernos de todo el mundo han decretado o aconsejado el cierre de todo comercio y actividad no esencial.

Pero, a remolque de los discursos del presidente Trump, Bolsonaro negó obstinadamente la gravedad del brote de coronavirus, declaró que la enfermedad no era más que un "pequeño resfriado" y que la reacción era una "histeria". Cuando Trump cambió su discurso, Bolsonaro insistió en el error.

Incluso después de que Trump comenzó a tomar la crisis en serio, Bolsonaro continúa insistiendo en minimizar los riesgos de la epidemia, quizás porque la otra opción es aceptar que el capitalismo salvaje no nos va a salvar. Eso pone a prueba al personaje y a las promesas de su gobierno. En su intento por mantener vivo su proyecto, está apelando a uno de los pilares del neoliberalismo tradicional anglosajón: el individualismo.

Sus actitudes y su mala gestión ya le costaron caro. Primero con cautela y luego ya explícitamente, los aliados del presidente comenzaron a oponerse a él. El virus también demostró que Bolsonaro no es más que un presidente de fachada, incapaz de gobernar y de crear lazos políticos reales, más allá de sus propios hijos.

Cuando se ve abandonado por gobernadores, ministros y parlamentarios, su estrategia es transformar en falsa preocupación lo que ha sido su política de abandono de las poblaciones más necesitadas. Cuando los líderes locales e internacionales recomiendan cerrar el comercio, Bolsonaro dice que apoya el derecho del trabajador a ganar su pan de cada día. Apoya el derecho del pobre a arriesgar su vida y de esta manera eximirse del deber de garantizar un salario justo y derechos laborales.

Al verse a sí mismo orillado, Bolsonaro lanzó una campaña en las redes sociales que promueve la idea de que "Brasil no puede parar".

La incapacidad de aprovechar la crisis del 2008 para transformar esa economía financiera en economía social y productiva nos trajo al 2020

La irresponsabilidad es tan grande que Twitter eliminó dos publicaciones del presidente brasileño porque consideró que el contenido podría poner a las personas en mayor riesgo de contraer y difundir Covid-19.

Las publicaciones contenían videos de Bolsonaro protagonizando un recorrido por Brasilia para saludar a los comerciantes que estaban en las calles el domingo pasado (29). Bolsonaro salió a la calle en contra el consejo de su propio Ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, y en contra de todas las recomendaciones que exigen mantener distancia social.

En uno de los videos, Bolsonaro también se ve citando el uso de cloroquina para tratar la enfermedad, una apuesta aún incierta, promovida, entre otros, por el médico francés Didier Raoult, conocido por negar el cambio climático y por sus dudosos métodos de investigación.

La reacción fue inmediata. Memes y posts empezaron a circular mostrando el confinamiento como una medida elitista. Algo viable solo para los ricos y privilegiados y no para los que comen con el dinero que ganan el mismo día.

Si hay una lección que el mundo ya ha aprendido de esta crisis, es que el único órgano capaz de contener una epidemia es el Estado. Pero como hasta la fecha el neoliberalismo ha predicado lo contrario, que cuanto menos Estado y más mercado mejor, será difícil que emerja de esta crisis como el salvador del país, independientemente de la torpeza de Bolsonaro. El virus muestra que los mercados son frágiles, especulativos e inútiles ante una crisis de estas dimensiones.

Frente a la recesión económica, el ministro neoliberal Paulo Guedes no tendrá más opción que inyectar miles de millones en la economía, adoptando medidas de keynesianismo emergencial, le guste o no. La factura será enorme, y cuando la paguemos, seremos conscientes de hasta qué punto el virus habrá transformado nuestra comprensión de la doctrina económica neoliberal.

Después de 2008, los contribuyentes pagamos la factura. Nuestros impuestos rescataron a los bancos mientras los banqueros y sus crímenes quedaron impunes. La política económica que surgió de la crisis se basó, principalmente, en la política monetaria, especialmente en la flexibilización cuantitativa para volver a poner en marcha la maquinaria de la especulación financiera. Esta incapacidad de aprovechar aquella crisis para transformar esa economía financiera en economía social y productiva nos trajo al 2020. ¿Volveremos a cometer el mismo error?

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